26 de abril de 2014
Un fuerte dolor en la
axila me hizo despertar a la una de la
mañana bañada en llanto y sudor. Cuando me revisé, descubrí que tenía la axila quemada. Me di un
baño de inmediato y busqué algo para detener las oleadas de malestar, sin
embargo, el analgésico no me sirvió de mucho porque pasé todo el fin de semana debatida entre el
fuerte dolor y la fiebre. Me temo lo peor desde hace tiempo, pero aún no me he
dado el valor para confirmarlo.
28 de abril 2014
Hoy ya no pude más y a las 5 de la mañana dirigí mis pasos al
Centro de Salud en donde estuve 6
horas esperando una consulta. Cuando por fin pudo recibirme, la doctora me dijo:
“Esto es algo serio, necesita análisis pero en un laboratorio particular”, y es
que ya no había tiempo de esperar dos meses una nueva cita en el Centro de Salud.
Regresé a mi local donde fabrico fuentes y lámparas y ya no pude más, me derrumbé llorando. Mil ideas cruzaron mi
mente. Pensé en mis tres hijos viviendo en Tijuana, lejos de mí; repasé la lucha de mi hermano quien hace años se enfrentó a un cáncer de testículo.
Recuerdo como si fuera ayer cuando me confió
lo que tenía y juntos transitamos el largo y doloroso camino que implica pelear
contra el cáncer: Quimioterapias, radioterapias y cirugías.
A pesar de todo, me llené de valor para enfrentar lo que ya
más o menos sospechaba que tenía y me dije a mi misma
que no podía seguir viviendo así, con llanto.
Levanté una oración: “Señor, estoy en
tus manos, pon en mi camino lo
que sea para mi bien” y con esta confianza
solicité un taxi y hacia las dos
de la tarde pedí que me llevara a La Panera en el Centro de Temixco. Era hora de enfrentar la verdad.
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